25.9.12

La salud mental como insulto.

Los Juegos Olímpicos celebrados en Londres cerraron con polémica en España. Una polémica que aún en estos días continúa vigente: la seleccionadora de natación sincronizada, Anna Tarrés, fue destituida de su cargo a raíz de diversas denuncias que venían a manifestar sus abusos.

Aparentemente, y según lo afirmado por las nadadoras, la entrenadora las insultaba con frases vejatorias tipo "Sal del agua, gorda, vete al psicólogo".

La  presión psicológica y el maltrato como métodos de enseñanza y entrenamiento, no son algo novedoso. Así como no son nuevos, tampoco, los conocimientos en relación al daño que producen en la víctima.

Pero, lo que resulta curioso en este caso, es que la frase vejatoria incluya la asistencia a psicoterapia como un hecho penoso.

¿Por qué ha de ser considerado negativo buscar ayuda psicológica? ¿De qué forma la asistencia a psicoterapia puede entenderse como un síntoma de debilidad?

Seguramente si lo denunciado se apega a la realidad, el maltrato continuo al que la entrenadora sometió a las nadadoras habrá causado heridas emocionales importantes. Si ya de por sí el deporte olímpico se constituye en presión constante donde la competencia extrema es lo cotidiano, añadir vejaciones al discurso es entonces un factor claramente dañino.

De esta forma, que alguna de las chicas se viera en la necesidad de recibir apoyo especializado no tendría por qué ser algo negativo.

No obstante, en este caso como en muchos otros, el sufrimiento emocional se considera un síntoma de debilidad, de falla. Sin considerar que sufrir ante un maltrato es, simplemente una consecuencia humana.

Detengámonos un instante. ¿Cuál se supone que es la reacción sana ante un maltrato? ¿Aguantar?
Si bien es cierto que la fuerza yoica, es decir, la capacidad para tolerar frustraciones sin quebrarse es un síntoma de salud, también es cierto que tener resonancia a los estímulos externos es una muestra sana. El elemento a distinguir es entonces el suceso externo. Es como si se calificara el dolor a un daño físico como muestra de debilidad y como algo insano.

Ojalá las nadadoras tengan la fortaleza para acceder a ayuda profesional, donde puedan curar sus heridas.

Y ojalá la entrenadora también tenga la fuerza necesaria para asistir a psicoterapia y revisar su propia agresividad.

Si esto ocurriera, todas las protagonistas de esta historia estarían simplemente mostrando que son humanas.