6.5.10

De prisa y corriendo

Los tiempos que corren son veloces, atropellados, rapidísimos. Todo urge y  casi siempre se está en riesgo de llegar tarde.
Es como caminar por los pasillos del metro: carreras, subidas y bajadas a toda prisa por las escaleras mecánicas, cuyo ritmo de movimiento se hace insuficiente.
También las soluciones quieren alcanzarse a todo correr: pastillas adelgazantes que prometen perder peso en tiempo récord; cremas rejuvenecedoras que aseguran resultados en pocos días; salidas terapéuticas mágicas ("Adiós a la ansiedad en sólo 5 sesiones", "Su duelo en 15 días, garantizado o le devolvemos su dinero")
También en la sanidad pública el especialista tiene un tiempo estipulado cada vez más corto para atender al paciente, un tiempo que no permite ni siquiere una exploración mínima. Por eso me gusta la doctora que, por azar, me ha tocado: siempre debo esperar largo tiempo, y escuchar las quejas del resto de pacientes que amenazan con cambiarse, pero cuando por fin me toca sentarme en su despacho, sé que me escuchará, que me mirará, que me palpará o auscultará, en fin, que hará su trabajo aunque no se ciña (¿cómo hacerlo?) al lapso planteado como el idóneo en términos burocráticos.
En el espacio psicoterapéutico se me ha hecho necesario incluir en el encuadre, es decir, en la organización de trabajo que se acuerda con el paciente y que incluye horario, frecuencia de las sesiones, honorarios... la idea de que el tratamiento es a largo plazo, que la mejoría no es instantánea ni lineal y que la psicoterapia se ajusta al tiempo psíquico, que no es, ni mucho menos, rápido.
Hay quien no lo tolera y sale corriendo del despacho. Muchos otros se quedan para trabajar.
No hay que olvidar que el espacio psicoterapéutico es un lugar para pensar en uno mismo, para explorarse, en el que el verdadero protagonista es el propio paciente y sus circunstancias.
Claro que si uno siempre corre, se atropella, se acelera, lo primero que queda atrás es uno mismo.