13.3.11

¿Quién se desnuda en la psicoterapia?

En la última semana, los medios de comunicación han citado y mostrado a Sarah White, una psicóloga neoyorquina de 24 años de edad que utiliza su propia desnudez como herramienta de trabajo en las sesiones de psicoterapia.

Según esta psicóloga, la excitación que sienten sus pacientes ante su streep tees, es un vehículo positivo para que hablen de su vida interior.

Cuando leí esta noticia, me interrogué acerca de quién es el protagonista en la psicoterapia. Y cómo se ejercita, en la intimidad del despacho, esa repartición de los papeles.

Está claro que, en el caso de Sarah White, la protagonista es ella. Su acto de desnudarse en la sesión la sitúa claramente como foco, como eje. Ella logra ser mirada y en este entramado, el paciente, lo que éste tiene que contar, la problemática que lo trae a consulta, queda como simple música de fondo que acompaña el cuerpo desvestido y exhibido de la profesional.

En otras tendencias psicoterapéuticas, menos extravagantes, también es el especialista quien queda erigido como centro.

Cuando alguien acude buscando ayuda y espera que se le diga qué hacer, cómo actuar, qué pasos seguir, solicitando un manual de instrucciones para vivir, coloca al terapeuta como actor principal. Y cuando el psicólogo se ubica ante esta demanda dictando cátedra, haciéndose cargo activamente de las decisiones del otro, mostrando su superioridad a partir de su supuesto conocimiento de cómo debería el paciente moverse en su vida, el acento reace, sin dudas, sobre el especialista.

Lo importante de un trabajo psicoterapéutico es que el sujeto sufriente pueda hacerse con su vida. Que retome el control. Que adquiera mayor capacidad para tolerar, dirigir y sobrellevar. Que esté más dotado para aceptar los sinsabores y para no desmoronarse ante los embates de la realidad.

Entender por qué se sufre. Por qué se tienen carencias. Por qué se pierde el control, exige que el auténtico protagonista en el trabajo dentro de la intimidad del despacho, sea el paciente. Que la vida que se cuente, sea la suya. Que sea él quien se descubra, se desvista y se desnude ante sí mismo.

Se trata, justamente, de que el paciente aparezca como sujeto singular. Como persona.

Para ello, el silencio y la escucha del especialista son fundamentales.

Cuando vemos una película podemos situar fácilmente  al protagonista por ciertos elementos: Quién tiene más diálogos. A quién enfoca más la cámara. En torno a quién gira la trama argumental.

En la psicoterapia, la distribución de los roles debería también ser nítida y clara: La voz que más se oye, la historia que se cuenta, el punto de mira de la cámara. Todo, debería estar situado sobre el paciente.

Las vestiduras que deberían caer, en el espacio protegido del despacho, no son las del streep tees del especialista, sino aquellos ropajes que han aprisionado, asfixiado y devastado la singularidad más humana del paciente como persona.
Escrito por Esther Roperti