26.11.10

Juventud y violencia.

Cada edad, cada etapa de la vida tiene sus propios mitos, construidos desde fuera.
Mafalda, el excepcional personaje de Quino, se quejaba en una de sus viñetas de la equiparación entre niñez y torpeza que hacía cierta publicidad para ensalzar la sencillez de un producto: "¿y para insinuar que hasta las señoras torpes puede utilizarlas tienen que usarnos a nosotros?".
Es como si infancia y torpeza, entonces, fuesen sinónimos.
Con la juventud también parece haberse instalado otro mito: el de la violencia.
Hace unos días, la prensa recogía la noticia de cuatro policías municipales que habían agredido a un hombre en las vías del Metro Ligero de Madrid. Por supuesto que el hombre estaba cometiendo una irregularidad que merecía una intervención de la Ley, sin embargo, la respuesta no vino desde la legalidad, sino que saliéndose de todos los cuaces, se trasmutó en violencia.
La acción fue tan desproporcionada que los propios responsables del Metro Ligero, quienes habían llamado a la policía, se vieron en la necesidad de denunciar la agresión.
Los agentes han sido suspendidos. Acertadísima consecuencia.
Sin embargo, y aquí aparece el elemento que me impacta, el Jefe de la Policía Municipal atribuyó lo ocurrido a la juventud, agregando que los agentes implicados no son malos policías, sólo jóvenes.
Yo lo refuto.
No hay ninguna duda de que actuaron como malos policías. Una cosa es tener autoridad y otra muy lejana ser violento.
Pero además, la violencia no pertenece a la juventud.
Hay niños agresivos,  adolescentes agresivos, jóvenes agresivos,  adultos agresivos y ancianos agresivos. Basta pasearse por las noticias de violencia de género, por ejemplo, para constatarlo.
También hay niños pacíficos, adolescentes pacíficos, jóvenes pacíficos, adultos pacíficos y ancianos pacíficos. Por supuesto que sí y afortunadamente.
La violencia no es una etapa evolutiva. No se pasa con el tiempo.
Si se es violento en la infancia, en la adolescencia y en la juventud, se crecerá y se envejecerá siendo violento, al menos que se trabaje y se busquen medidas para el cambio.
Pero el primer paso para ahondar en posibles soluciones es reconocer la existencia de un problema.
La violencia, no hay dudas, más allá de la edad o de otras circunstancias, siempre lo es.
Escrito por Esther Roperti.