18.3.10

La memoria

Recientemente, en algunos talleres de memoria que vengo realizando con personas mayores sin deterioro cognitivo, me han llamado la atención algunas cosas. La primera es que ciertamente las personas mayores perciben que con los años la memoria les parece funcionar peor que cuando eran más jóvenes. No obstante, cuando trabajamos un poco más en el taller, suelen percatarse de que realmente los deslices de la memoria a corto plazo no difieren mucho de los que cometen las personas más jóvenes.
Al intentar encontrar las razones que pueden propiciar estas dificultades en la memoria, lo primero que suelen mencionar es la falta de ejercitación de los procesos asociados con la memoria. Así, la jubilación en muchos casos, las pérdidas funcionales asociadas al envejecimiento tales como la disminución de la visión o de la capacidad auditiva y la presencia de enfermedades incapacitantes como la artritis, se constituyen en un freno para la práctica habitual de algunas tareas que exigen el uso de la memoria y de las funciones asociadas a esta.
Cuando ahondamos un poco más, vemos que detrás de las pérdidas funcionales que mencionamos, aparecen otras vivencias como la profunda sensación de haber dejado de ser útiles y, en el peor de los casos, de ser más bien un estorbo para los demás.
La soledad, las múltiples pérdidas afectivas que suelen acompañar la vejez, la sensación de estar sobrando y la enorme tristeza derivada de estas experiencias parecen contribuir sin duda a que se produzcan dificultades con la memoria. Es cierto que la estimulación a través de los ejercicios favorece el desempeño cognitivo, pero es preciso resaltar el elemento catalizador potente en que se convierte la relación humana que se establece entre todos los que trabajamos en el taller.
La compañía, la solidaridad, el afecto y la valoración por el esfuerzo que realizan los participantes son claves fundamentales en la mejoría de sus habilidades cognitivas.
Los ancianos son muestra viviente de la conocida expresión “recordar es vivir”. En este sentido, recuerdan perfectamente lo que han construido, lo que ha dado un sentido a sus vidas. Las personas mayores se recrean en esto, el presente parece tener poco que ofrecer y ello provoca la pérdida de motivación para realizar el esfuerzo de recordar.

14.3.10

Ser mujer sexuada

Cuantas veces, en la psicoterapia con mujeres, he escuchado frases como "me siento triste, pero también es porque estoy con la regla" o "como tengo la regla, me encuentro más nerviosa".
También los padres de pacientes adolescentes, tienden a repetir que el mal humor, la rabia o la desazón de sus hijas se debe a la menstruación.
Es cierto que el ciclo menstrual femenino produce cambios hormonales, y que ciertos síntomas físicos, como dolor o pesadez, pueden asociarse al sangrado, pero lo que se escapa de esta explicación lógica es la vinculación entre la regla y el malestar emocional.
Cada hecho fisiológico tiene inscrita una significación psicológica particular, que en cada persona tiene sus propios matices.
La regla, fisiológicamente idéntica para todas las mujeres, tiene una carga específica que subjetiviza la relación de esa mujer individual con su feminidad.
La regla remite, emocionalmente, a múltiples caminos: Qué significa ser mujer, y más específicamente, ser mujer sexuada. Qué relación se tiene con la maternidad. Qué implica ser adulta.
También pueden aparecer fantasías de alivio y bienestar, o por el contrario, de suciedad, enfermedad y muerte.
No olvidemos que el ser mujer, históricamente, ha venido aparejado a una condición de inferioridad. Y si bien es cierto que en el referente social occidental mucho han cambiado las cosas, en la íntima inscripción de cada núcleo familiar, en el discurso de cada casa, las diferencias de género pueden respirar aún antiguas significaciones.
Además, la menarquia, el primer sangrado, como todo hecho trascendente, traspasa las fronteras personales. Así, impacta en el padre que descubre ya  en su hija una mujer completa; e impacta en la madre que tiene ante si una igual. Y eso se puede vivir y reflejar de muchas maneras distintas.
Por eso, en el espacio psicoterapéutico, no me conformo con las respuestas que equiparan la regla con la tristeza, el nerviosismo o el mal humor. Siempre espero oír más, para, desde ahí, acceder a contenidos más profundos acerca de la vivencia de la propia feminidad.