
Escuché el relato preocupado de estos padres, que son padres de niños preescolares, sobre cómo sus hijos o los hijos de sus conocidos han sido objeto de algún tipo de agresión por otros chavales (por ejemplo, empujones para poder subir antes al tobogán o bien insultos para amedrentar y lograr que los otros se muestren sumisos). También hablaron de niños que golpean o se dirigen de manera irrespetuosa a sus padres o abuelos. Finalmente, estuvieron de acuerdo en aquello que les resultaba lo más sorprendente: la inercia e inacción de los padres de los niños agresores frente al comportamiento de sus hijos.
Estos hechos nos llevaron a diferentes reflexiones, pero la interrogante central giraba en torno a la pregunta ¿Qué pasa con ese lugar que como padres nos toca ocupar? La respuesta apunta a señalar que se trata de un lugar que, sin duda alguna, se presenta como difícil, puesto que debe conjugar, en una medida pretendidamente justa, amor, protección, aceptación, límites y prohibiciones.
Por eso al escuchar estos relatos, y al recordar los no pocos sucesos que recoge la prensa sobre la violencia en los colegios, las agresiones de hijos a padres, la violencia gratuita hacia otros por hechos tan absurdos como tener el cabello de cierto color [“Siete niños estadounidenses pelirrojos fueron agredidos física, o verbalmente a través de internet, en un colegio de California (al oeste de EEUU) por otros adolescentes”. es.noticias.yahoo.com], me hacen pensar que es cierto, que como padres, hemos perdido el rumbo, hemos pasado de ejercer una disciplina autoritaria y restrictiva hacia el extremo opuesto del “dejar hacer, dejar pasar”.
Nos encontramos, no sin sorpresa para todos, replanteándonos nuestra función como padres a partir de elementos que, en principio, deberían resultar obvios: tenemos que educar a nuestros hijos desde su más temprana infancia para vivir en sociedad; debemos trasmitirles valores como el amor por la vida y la solidaridad; educarlos en el respeto, en la capacidad de diálogo; dotarlos de un bagaje de habilidades sociales para solucionar problemas interpersonales, para aprender a aceptar y reconducir la frustración , para anticipar las consecuencias de los actos realizados y para aprender a ponerse en el lugar del otro.