29.3.10

Ser padres hoy

Recientemente, en una de las sesiones de “Escuela para Padres” en la que tratábamos la importancia de las normas y los límites en la crianza de los niños, me impresionó encontrar bastantes coincidencias en las anécdotas que relataban los padres. Así, la dificultad para ejercer la autoridad como padres aparecía como lugar común en sus relatos.
Escuché el relato preocupado de estos padres, que son padres de niños preescolares, sobre cómo sus hijos o los hijos de sus conocidos han sido objeto de algún tipo de agresión por otros chavales (por ejemplo, empujones para poder subir antes al tobogán o bien insultos para amedrentar y lograr que los otros se muestren sumisos). También hablaron de niños que golpean o se dirigen de manera irrespetuosa a sus padres o abuelos. Finalmente, estuvieron de acuerdo en aquello que les resultaba lo más sorprendente: la inercia e inacción de los padres de los niños agresores frente al comportamiento de sus hijos.
Estos hechos nos llevaron a diferentes reflexiones, pero la interrogante central giraba en torno a la pregunta ¿Qué pasa con ese lugar que como padres nos toca ocupar? La respuesta apunta a señalar que se trata de un lugar que, sin duda alguna, se presenta como difícil, puesto que debe conjugar, en una medida pretendidamente justa, amor, protección, aceptación, límites y prohibiciones.
Por eso al escuchar estos relatos, y al recordar los no pocos sucesos que recoge la prensa sobre la violencia en los colegios, las agresiones de hijos a padres, la violencia gratuita hacia otros por hechos tan absurdos como tener el cabello de cierto color [“Siete niños estadounidenses pelirrojos fueron agredidos física, o verbalmente a través de internet, en un colegio de California (al oeste de EEUU) por otros adolescentes”. es.noticias.yahoo.com], me hacen pensar que es cierto, que como padres, hemos perdido el rumbo, hemos pasado de ejercer una disciplina autoritaria y restrictiva hacia el extremo opuesto del “dejar hacer, dejar pasar”.
Nos encontramos, no sin sorpresa para todos, replanteándonos nuestra función como padres a partir de elementos que, en principio, deberían resultar obvios: tenemos que educar a nuestros hijos desde su más temprana infancia para vivir en sociedad; debemos trasmitirles valores como el amor por la vida y la solidaridad; educarlos en el respeto, en la capacidad de diálogo; dotarlos de un bagaje de habilidades sociales para solucionar problemas interpersonales, para aprender a aceptar y reconducir la frustración , para anticipar las consecuencias de los actos realizados y para aprender a ponerse en el lugar del otro.