17.10.10

UN MUNDO FELIZ

Tomo prestado el título de la inquietante novela de Aldoux Huxley y también el argumento sobre el que gira la excelente película “El show de Truman” de Peter Weir, para iniciar mi reflexión sobre algunos elementos que en estas dos obras nos hablan de lo más genuino del ser humano: su individualidad y, en el caso de la novela, de la imposibilidad de anular, a través del riguroso control cultural, el mundo pulsional que nos es propio.

El núcleo central de ambos universos se inicia con la construcción de un mundo totalmente controlado, donde un gran Otro con su omnipotencia es capaz de determinar las condiciones que él considera ideales para que un sujeto viva: “yo te ofrezco el mismo mundo que está afuera, las mismas vivencias, las mismas mentiras, pero sin que tengas nada que temer” le dice el “creador” del programa televisivo a Truman para persuadirlo de que no abandone ese mundo que él ha producido, y en el que la “felicidad” del “protagonista” pareciera estar garantizada (hasta es posible resucitar a los seres queridos fallecidos).

Sí fuese así, ¿por qué Truman decide irse? ¿Qué es lo que este mundo perfecto no le ofrece? La respuesta está, sin duda, en la imposibilidad para escoger, de hacer una elección que hable de su deseo, de encontrar eso que para cada quien es único.

Descubrir y hacer operar ese elemento de nuestra particularidad es lo que se busca con el trabajo psicoanalítico. Por ello, el psicoterapeuta no se coloca nunca en el lugar de un gran Otro todopoderoso que con su decir y su hacer ofrece a un sujeto condiciones ideales, marcándole así las pautas de cómo debe vivir y de qué es lo que más le conviene. Es por esta razón que más que respuestas lo que más surge en el proceso terapéutico son preguntas, y lo que se ofrece es la guía para que cada quien encuentre las claves ocultas tras el motivo que lo trae o la trae hasta nuestra consulta.

Esta misma reflexión es la que se propone a los padres en lo que tiene que ver con la relación con sus hijos. Los niños no son seres a los que podamos moldear a nuestra imagen y semejanza. Como dice la canción de Serrat, “a menudo se nos parecen”, pero ellos harán sus propias elecciones aunque no sean las que nosotros hubiéramos querido. Podemos pretender, así como el autodenominado “creador” del mundo de Truman, fabricar una burbuja donde crezcan sin contrariedades y sin enfrentar ninguna dificultad, pero entonces cabría preguntarse si los estaríamos preparando para hacer frente al mundo real. Como padres, no tenemos todas las respuestas. Mejor, porque como dice el dicho, “no se trata de darles todos los peces, sino de enseñarlos a pescar”.

Volviendo al proceso psicoterapéutico, y como ya hemos apuntado en otras ocasiones, es difícil aceptar que las respuestas no están del lado del terapeuta. Esto genera cierta angustia, pero esta angustia es el motor para buscar las repuestas. Ciertamente es peor el sufrimiento que nos trasmiten algunos pacientes que asisten a consulta, cuando descubren que, como Truman, están atrapados en un mundo que alguien parece haber construido para ellos, cuando se dan cuenta que se han pasado la vida intentando complacer lo que han confundido con el deseo del Otro (hállese encarnado en padres, pareja, amigos, jefes, etc.). Y tras ello, la amarga sensación de que finalmente no saben qué es lo que quieren para sí mismos, produciéndose el vacío, el sin sentido de la propia vida. Toca, así como lo hizo el protagonista de la película, dar el paso para encontrar ese sentido, ese deseo, esa particularidad que es nuestra esencia.

2 comentarios:

  1. Aquiles Villarreal Díaz22 de octubre de 2010, 22:34

    Estimada y recordada Marisol,

    Excelentes tus comentarios y reflexiones en torno a un asunto tan complejo!!!! Mis felicitaciones a ustedes por esta iniciativa tan fresca y especial de comunicar su especialidad desde un lenguaje accesible para quienes no somos psicólogos!!!

    Aquiles

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  2. Hola Aquiles:

    Gracias por tu comentario. Es agradable saber que podemos llegar a la gente, y lograr que personas de distintas profesiones puedan sentirse implicadas en nuestras reflexiones y enriquecernos con sus opiniones.

    Un abrazo fuerte,

    Marisol

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