22.10.10

Los hijos de la violencia

La violencia siempre es noticia.
Compañera inseparable de nuestros días en sus múltiples presentaciones y contextos, la violencia llena páginas de periódicos y largos espacios en los telediarios.
Hace unos días se publicaban los datos, siempre alarmantes, de la violencia de género en España, pero en esta ocasión a la realidad se le daba un giro interesante con un cambio en el punto de mira: En vez de enfocar a la mujer (víctima habitual),  se hacía un primer plano de los hijos.
Las cifras abruman.
200.000 menores son hijos de madres protegidas por órdenes de alejamiento.
800.000 niños presencian escenas de violencia en sus hogares.
Y lo más incoherente, sólo el 4% de estos pequeños recibe atención especializada.
Ser espectador de situaciones violentas produce mútiples heridas. Algunas de ellas son viejas conocidas: ansiedad, depresión, fracaso escolar, problemas de autoestima, condena a repetir en el futuro un patrón de maltrato en la relación de pareja.
Pero me interesa dar otra vuelta de tuerca y mirar un aspecto que la clínica devela.
No existe experiencia infantil más aterradora que presenciar el dolor de la madre, ver su sufrimiento, sus lágirmas, sus cicatrices, sus golpes, a fin de cuentas, temer su muerte. Porque la madre es dadora de vida, la primera figura de apego, y estar en riesgo de perderla es una situación pesadillesca. 
Cuando alguien presencia esas lesiones está al borde del precipicio y queda vendido, condenado a ocuparse de ella, a querer salvarla, desenfocándose.
Entonces la madre, que ya de por sí tiene un peso especial en el psiquismo, queda impregnada de una imagen fantaseada en la que el niño se instala como redentor, y aunque el tiempo pase, y se trate ya de un adulto, ese niño (o niña) vivirá para la madre, por la madre, por encima de para sí mismo.
Muchas patologías, como el masoquismo, y diferentes problemáticas como el repetir relaciones en las que siempre se es el sufriente, o estilos en los que el fracaso es compañero inseparable, comparten una historia común: Escenas de violencia contra la madre, sensación inminente de pérdida y desamparo, y consecuentemente, borramiento del sujeto y coronación  de la madre como centro del psiquismo.
Que sólo el 4% de los niños afectados reciba atención especializada, que una ínfima parte del total de pequeñas víctimas (estas sí, absolutamente indefensas), puedan elaborar sus miedos y volver a colocar el foco sobre sí mismos, debe aterrarnos, porque las consecuencias psíquicas de la violencia son imparables y recorren múltiples caminos.  

2 comentarios:

  1. Aquiles Villarreal Díaz22 de octubre de 2010, 22:40

    Este tema es recurrente en la realidad de nuestro país!!! Lamento mucho que en España esos sean los porcentajes, de seguro esas estadísticas de existir son sustancialmente menores!!!
    Gracias por educarnos en estos asuntos!!!!

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  2. Gracias Aquiles.
    Las estadísticas sirven para evitar que se niegue la realidad. Pero aunque no existan, somos conscientes de las cosas que ocurren. Las vemos, las oímos, las palpamos.
    Esas realidades, por más crudas que sean, necesitan nuestra atención para encararlas con todas sus consecuencias.

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