En el mes de Septiembre de este año, la aparición en la prensa de dos noticias aparentemente diferentes, se conjugaron en mi cabeza como dos caras del estado de la autoridad en nuestros días.
Por un lado, la propuesta de la Comunidad de Madrid de aprobar la "Ley de Autoridad del Profesor", una medida para reforzar el poder de estos profesionales frente a los alumnos.
Por el otro, el escándalo de las últimas estadísticas: Durante el año 2008, 8.000 padres denunciaron a sus hijos en los juzgados españoles por malos tratos.En ambos casos un factor común: cómo se hace necesario recurrir a refuerzos externos para resolver problemas privados, o lo que es lo mismo, cómo la realidad parece reclamar la institucionalización de las normas privadas de convivencia.
Si los profesores requieren una reafirmación de su poder en las aulas, y los padres deben recurrir a la justicia para hacer frente a su papel dentro del hogar, quiere decir que por sí mismas estas figuras son insuficientes para ser representantes de la autoridad.
En la evolución humana, la ley comienza siendo un elemento externo, ya que en la infancia son los padres quienes entrenan en diferenciar comportamientos permitidos y prohibidos. Sin embargo, con el desarrollo, la ley comienza a introyectarse, a hacerse interna, como un elemento que se incorpora a la psique y se convierte en guía adaptada a las normas sociales de convivencia.
Eso es lo que se espera. No obstante, actualmente y cada vez más, tenemos datos de que ese proceso queda inconcluso.
Cuando he tratado adolescentes con problemas frente a la autoridad, he sentido una estela que trasmiten: vacío, falta, un hueco que se rellena a empujones con variopintos elementos externos: drogas, bandas, vandalismo, hurtos.
La falta es interna, claro, porque la autoridad no sólo está fuera, es, sobre todo, un elemento que tiene su lugar dentro de la psique.
En la psicoterapia con adolescentes problemáticos nunca pierdo de vista eso que me trasmiten: bajo la apariencia de estar "colmados" y "hartos", lo que hay debajo es un espacio en blanco que espera ser llenado.
Totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarBuena observación.
Marsu (otra psicóloga)