6.3.10

Los adolescentes y la sexualidad


La adolescencia está llena de encuentros y desencuentros, de cambios, descubrimientos, exploraciones. Durante el tiempo en el que transcurre, se van dando una serie de ajustes y reajustes entre el joven y su entorno. De esta manera, esta etapa de la vida se convierte en un periodo inundado por exigencias y elecciones a las cuales el adolescente no siempre sabe o no puede dar respuesta.
La sexualidad es, sin duda, un punto nodal y de especial significación para cualquier adolescente. La pregunta sobre qué es ser hombre o qué es ser mujer, el placer auto erótico, la posibilidad de acceder a la sexualidad adulta, los primeros coitos y la escogencia de pareja forman parte de sus vivencias y suelen estar cargadas de mucha angustia. El lograr elaborar y encausar estas experiencias, es lo que permite luego al joven constituirse como un sujeto con una identidad definida y una posición particular ante la vida.
Evidentemente, este encuentro del joven con su propia sexualidad no está exento de tropiezos, muchos de los cuales pueden llevar a los adolescentes a solicitar ayuda psicológica. Las preguntas que los angustian tocan lo atinente a las preferencias sexuales y a cómo a partir de las elecciones que se hacen se define la propia posición sexual. Asimismo, es frecuente encontrar chicas que acuden a nosotros movidas por el duelo generado tras la experiencia de un aborto.
Ahora bien, socialmente parece que estamos asistiendo a un cambio en la conducta sexual de los adolescentes. Así, por ejemplo, en un artículo publicado en el “País Semanal” del día 25/05/2008 se señala lo siguiente: “Los padres pueden ignorarlo. Negarlo. No querer enterarse. Pensar que sus hijos no son de ésos. Pero sus niños (y niñas) lo hacen. Cada vez más. Cada vez antes. Cada vez con más gente.”
La primera reflexión que nos hacemos es que da la impresión que estamos hablando de algo que se consume. En este caso, la relación sexual, o más bien, la relación genital aparece como un objeto más de consumo. ¿Qué nos están diciendo los jóvenes con este cambio? ¿Hacia dónde apunta su conducta? ¿Qué reflejo nos devuelven de nuestra sociedad de adultos?
Además de estas cuestiones, lo que más nos llama la atención de este interesante artículo, es lo que los jóvenes relatan con relación a sus temores. Por lo que dicen, sus preocupaciones no resultan ser tan novedosas como lo está siendo su comportamiento. Por el contrario, vienen a ser las mismas preguntas que ya se han hecho, en su tiempo, varias generaciones anteriores de adolescentes. Lo más sorprendente es que las preocupaciones de los jóvenes actuales siguen estando teñidas por los mismos rígidos estereotipos sociales que han venido caracterizando durantes décadas los roles del hombre y de la mujer. En el caso de los chicos, sus temores están vinculados a la potencia y destreza sexual. En el caso de las chicas, las preocupaciones se relacionan con su cuerpo, su identidad y con la valoración social y familiar que se pueda hacer sobre su sexualidad; ellas tienen temor “A que me duela, a quedar embarazada, a que me tomen por una chica fácil, a dejar de ser la niña de mis padres, a hacerme mujer”.
Entonces, nos encontramos con que, en el fondo, el tema de la sexualidad continúa hoy en día siendo un tema tabú. Y este tabú, nos confronta con nuestra paradoja social en torno a lo sexual: hay mayor facilidad para acceder a la pornografía, circula más información, aparentemente hay más libertad, pero sigue siendo algo de lo que es mejor no hablar.
Pero ya sabemos que si de algo no se habla, si no se permite que se signifique, si no se permite entenderlo, entonces eso se actúa: “Cada vez más. Cada vez antes. Cada vez con más gente”.

1.3.10

La pareja como motivo de consulta

En su magnífico libro "Soledad, pertenencia y transferencia"(Editorial Síntesis), Francisco Pereña afirma "Los malentendidos del amor y la angustia de la soledad conducen a los pacientes a nuestras consultas". Con la contundencia de esta frase, este psicoanalista resume el quehacer diario del trabajo psicoterapéutico.
La realidad es exactamente esa: la mayoría de los pacientes llega a consulta por la angustia que les produce la experiencia del desamor, o el temor a perder a la pareja, o la vivencia de no poder comprometerse con un otro.
No es casual. El terreno de las relaciones de pareja es un germinadero fértil para que afloren toda clase de conflictos, porque de esa particularísima elección, de ese escoger a una persona determinada entre miles de otras posibilidades para compartir la cotidianidad, depende, en gran medida, la construcción del futuro.
Mucho se ha hablado del amor. Incluso hay teorías fisiológicas que colocan el acento en el aspecto hormonal, identificando a las endorfinas y a la oxitocina como responsables del vínculo con la pareja.
Este enfoque biologicista, aunque a primera vista resulte tranquilizador, porque nos exculpa de toda responsabilidad; tiene sin embargo el revés de ser tan determinista que nos convierte en seres pasivos, dominados por elementos orgánicos difíciles de controlar.
No obstante, en la intimidad del espacio psicoterapéutico lo que resuena es el significado humano del sufrimiento más profundo, porque en algún momento, esa persona se da cuenta de que su historial en el amor es un continuo repetir ¿por qué siempre me dejan?, ¿por qué vuelvo a desconfiar igual que hice con mi chico anterior?, ¿por qué todas me son infieles?, ¿por qué siempre me maltratan?
A partir de esta pregunta acerca de la repetición, de la disección de ese específico patrón que vuelve a establecerse, la persona comienza a interrogarse acerca de sí misma, y más allá de su real relación de pareja, logra un conocimiento sobre quién es, y acerca de quién es ante el amor.
En ese momento, la psicoterapia pasa de ser un tratamiento limitado al tema de la pareja, lleno de quejas y centrado en el otro; a un análisis individual, cargado de significados.