1.6.10

El dolor psíquico

En un magnífico artículo titulado “Hacer Sangre”, Elvira Lindo hace mención a una investigación que devela lo devastador que puede resultar para una persona el verse sometida a insultos o descalificaciones. En este sentido, escribe: “No hace falta que nos golpeen, con que nos insulten ya acusamos un dolor profundo”…“las personas que han sido reiteradamente maltratadas verbalmente tardan en recuperarse unos cinco años de las secuelas psicológicas”.

Quiero detenerme aquí, justamente para invitarlos a reflexionar sobre lo que implica el sufrimiento psicológico.

Ante el dolor físico, sea una herida accidental en el cuerpo (sobre todo si hay presencia de sangre) o una agresión física provocada, todos entendemos la seriedad de la situación y podemos quizá comprender también que, dependiendo de la intensidad del dolor, las secuelas de ese hecho no sólo quedan en el cuerpo, sino que además hay algo de eso que acontece en nuestro cuerpo que se registra en lo psicológico. A partir de allí podemos entonces comprender que, por ejemplo, alguien con diagnóstico de cáncer se sienta deprimido o ansioso.

Sin embargo, en lo que toca al sufrimiento psicológico propiamente dicho, no siempre resulta fácil deducir lo que éste comporta de seriedad para un sujeto, sobre todo cuando dicho sufrimiento es producto de situaciones poco evidentes o, en ocasiones, hasta intangibles (insultos, amenazas, descalificaciones, desprecios). Pareciera difícil concebir, por ejemplo, que alguien manifieste estar profundamente deprimido porque se siente “un fracasado”, o porque piensa que no es importante para otro, y, aun más allá, comprender que, basándose en estos argumentos, una persona decida en determinado momento acabar con su vida. Estos hechos nos asombran, parece existir la creencia de que lo que hay detrás de ellos es un sujeto débil, con poca fuerza de voluntad para hacerse cargo de la vida y de sus contrariedades.

Comprender que el sufrimiento psicológico tenga varias caras y razones, implica también entender que, como sujetos, estamos marcados por todo aquello que se nos dice, que de nosotros se dice, por aquello que los otros esperan de nosotros y también por aquello que nos hace sentirnos valorados, queridos o importantes. En suma, es entender que las palabras tienen un peso importante y decisivo en nuestra constitución como sujetos.

Por eso, es muy común escuchar en la consulta que, en situaciones de maltrato, resultan mucho más dolorosos los insultos y las vejaciones que los propios golpes. Resulta más difícil superar lo que implican esas palabras, en tanto nos han venido a significar y marcar como sujetos, de lo que resulta recuperarse de las lesiones y las heridas físicas.