17.4.10

Adolescentes en terapia

Recuerdo una chica que tendría unos 16 años de edad cuando comenzó a ir a consulta porque presentaba dificultades con los exámenes y los estudios en general. Era una chica muy temerosa que hablaba poco de los amigos y muy superficialmente de sus padres. En ocasiones, se sentía diferente a sus compañeros y le costaba mucho hablar sobre sí misma. Pero le gustaba mucho leer. Utilizamos entonces lo que leía y lo que pensaba sobre los personajes y sobre aquello que les acontecía como vehículo para acceder a su mundo interno.

Lo que nos enseña el trabajo con adolescentes es que para procurar que afloren las preguntas o los cuestionamientos que se hace un joven o una joven cualquiera, el psicoterapeuta debe escuchar lo que él o ella tienen que decir acerca de los diferentes elementos que le son de interés: la música que escucha, las revistas que lee, las anécdotas sobre las cosas que realizan con los amigos, sus aficiones, etc. A partir de estas ideas empezamos a trabajar para así significar lo que esta detrás de ellas, para intentar hacer con el joven un análisis diferente.

Lograr que el chico o la chica se hagan preguntas sobre lo que les pasa, constituye el primer objetivo central del tratamiento pues vendrá a orientar el sentido de las intervenciones que se realicen luego, permitiendo, además, poder avanzar con el sujeto hacia una comprensión mas profunda de lo que le pasa.

Pensar, reflexionar, meditar, son posibilidades humanas que hay que desarrollar para poder hacer frente a las contingencias y avatares que se nos presentan. Vivir el presente apresuradamente resta tiempo para dedicarse a razonar y darle sentido a los hechos.

Es interesante observar cómo algunos adolescentes asocian el pensar y el meditar con el sufrir, increpándonos usualmente con frases como “no me rayes” cuando les pedimos que reflexionen en torno a un tema en particular, sobre todo si dicho tema toca puntos sensibles para ellos.

El proceso terapéutico se dirige, en suma, a conducir paulatinamente al adolescente a plantearse importantes interrogantes: qué pasa en mis relaciones con los otros; cómo vivo el amor y la sexualidad; cómo hago frente a las pérdidas; qué me queda después de las emociones de vértigo; cómo concibo el futuro; qué da sentido a mi vida.

13.4.10

Los niños y el juego

El mundo infantil está construido sobre el juego. A los adultos nos sorprende la enorme energía que desprenden los niños que necesitan correr, saltar, imaginar vidas, animar objetos, en fin, jugar.
Winnicott, importante autor del universo psicológico, que era, además de psicoanalista, pediatra; en un texto clásico "Realidad y juego" explica que el juego se ubica en ese espacio limítrofe entre la realidad y la fantasía.
Por eso, un niño sano  juega, crea mundos en los que es posible volar, resucitar, en los que los animales hablan o los objetos cobran vida, en los que, por ejemplo,  una piedra se convierte en un coche que transporta a seres imaginarios.
Ese talante creativo es el que da especial valor a la libre actividad del niño, diferente al juego reglado, donde se siguen normas y acciones organizadas.
Los niños tienen predilección por el lenguaje lúdico y gráfico, es más adelante, con el desarrollo, cuando el verbo gana protagonismo. Por eso, en la psicoterapia con niños, necesariamente debe haber espacio para el juego,  y en el despacho,  tienen que existir elementos de juego variados; porque con esos objetos (muñecos humanos,  animales de diferentes características y materiales, utensilios de cocina, pinturas, plastilinas, pequeños muebles, armas, etc.) el niño va a representar su mundo, lo que le preocupa, lo que teme, lo que le daña.
Al terapeuta le toca interpretar, leer las producciones, mirar los juegos, entender las necesidades infantiles en aquello que se repite  y cerrarlo en el mismo contexto, proporcionando más recursos (curas para el peluche herido, armas que protejan al  pequeño muñeco atacado; adultos fuertes que encierren a los malos) para que el niño pueda elaborar y sanar.
Todo el trabajo con el niño se sostiene en la repetición.  En diferentes contextos, el niño "cuenta" lo que le ocurre representándolo en el juego y en el dibujo.  Por eso, quienes han padecido intervenciones médicas juegan a los doctores con inyectadoras, vendas, batas. Por eso, quienes han sufrido violencia juegan a juegos violentos.
Basta mirar, observar, escuchar, los niños cuentan incansablemente lo que necesitan solucionar. Es labor de los adultos hacerse cargo de ello.