La crisis económica actual en España está produciendo diversos efectos: desahucios, pérdida de prestaciones sociales o
asistenciales para las personas dependientes, aumento del número de casos de acoso
laboral entre compañeros y alarmantes tasas de paro.
En este sentido, un artículo del diario el País (24/01/2013),
pone de relieve el gran impacto social del desempleo en estos momentos: “El paro ahonda las heridas sociales”. Su
autor, Manuel V. Gómez, nos muestra el escenario tras las terribles cifras
alcanzadas por el paro durante 2012: "La gangrena del mercado laboral español se agrava día a día. Tras cinco
años y medio de deterioro, la destrucción de empleo y el aumento de paro son la
prueba más evidente, lo que se aprecia a simple vista. En 2012 han desaparecido
850.500 puestos de trabajo; el empleo se ha hundido al nivel de hace una
década; al año se cerró con 5.965.400 parados y la tasa de desempleo se
encaramó al 26,02%, datos sin parangón en las series estadísticas, según el
Instituto Nacional de Estadística (INE). Pero la larga duración y la
profundidad de la debacle ponen de relive otras cifras que muestran la gravedad
de la situación: caída significativa de la población activa, emigración entre
jóvenes y extranjeros o aumento del paro de larga y muy larga duración.”
Estas “heridas sociales”, expresadas en cifras y
porcentajes, se traducen en situaciones dramáticas en el ámbito
individual. Así, en los relatos de las personas que asisten a la
consulta o en los comentarios que se escuchan en general, el temor al paro, al subempleo, a la marginación
económica y social, se convierten en temas centrales. A todos nos toca directa o indirectamente y
generan un importante monto de angustia e incertidumbre.
¿Por qué
es tan importante el trabajo?
El ser adulto va aparejado a ciertos aspectos como
la productividad, la autonomía, el desarrollo profesional y el forjamiento de vínculos
maduros con otros, sean estos del orden de la amistad o del amor. En este
sentido, el trabajo viene a ser uno de los ejes sobre los que paulatinamente se
organiza la vida adulta, porque es justamente y en la mayoría de los casos, la
forma en que los adultos jóvenes logran independizarse para dar continuidad a
su propio proyecto vital. Para quienes ya tienen una familia, el trabajo
constituye el sostén económico familiar
El trabajo no sólo es una forma de ganarse la vida,
sino que representa un ideal social y cultural. Así, trabajo se asocia con
términos como “vida productiva”, “logro” o “desarrollo profesional”. Se espera
que cada persona sea capaz de acceder al mercado laboral y de desarrollarse
profesional y personalmente. Por lo tanto, no es extraño que muchas personas al
estar desempleadas sientan que han fracasado, que no han sido capaces de
alcanzar ese ideal y que, a partir de ese momento, comiencen a cuestionar su
propia eficacia personal o incluso a sentirse culpables de su situación.
El trabajo da sentido y organiza la vida de las
personas (horarios que cumplir, tareas que realizar, objetivos que alcanzar). Estar
laboralmente activo le otorga a cada quien un lugar en la estructura productiva
y social, un lugar valorado en la sociedad. El formar parte de un equipo de
trabajo supone también pertenencia, es una de las formas adultas de hacer
vínculo social. Por lo tanto, al estar en paro, el sujeto comienza a sentirse
excluido de este entramado social.
A medida que la situación de paro se prolonga, el
malestar psicológico puede agravarse, comenzando a aparecer síntomas claramente
depresivos, baja auto-estima, bajas expectativas de éxito, aislamiento social y
sentimientos de incapacidad.
¿Cuándo
el desempleo se convierte en crisis personal?
La crisis, el miedo y la incertidumbre mueven en
cada sujeto en particular elementos que tienen que ver con su propia historia.
Por eso, cuando habla cada persona, la crisis y el miedo tienen una versión
individual. Para unos, puede ser un punto de inflexión que genera en el sujeto
un proceso de reevaluación de su proyecto de vida, convirtiéndose la salida a
la crisis en un nuevo reto. Así tenemos, por ejemplo, personas que frente al
desempleo se plantean o bien continuar su formación profesional o bien dar un
giro a la labor que desempeñaban, adentrándose en otros terrenos laborales o
profesionales. También hay quienes buscan salidas creativas e innovadoras como otra
forma de acceso al mercado laboral.
En el extremo opuesto, para otros la crisis se
transforma en un punto de quiebre, al convertir un hecho coyuntural vinculado a
las condiciones sociales, en un conflicto íntimo y estructural. Estas personas comienzan
un proceso de descalificación que se desarrolla en forma de espiral: se duda
permanentemente de las propias capacidades, hay una profunda tristeza,
angustia, aislamiento y, llegados a este punto, las salidas parecen o se tornan
imposibles. Es el momento cuando los propios recursos para salir adelante no
bastan y buscar ayuda es primordial.
En un momento así, se hace necesario redefinir las
metas; afrontar y superar la pérdida de unos referentes que hasta hace poco
estaban claramente establecidos; precisar aquello que se ha convertido en
obstáculo; salir de una posición que muy probablemente nos ha mantenido
paralizados. Se trata de hacer, de resolver frente a las dificultades que nos
toca vivir. Se trata de asumir las dificultades que se nos presentan y poder
trabajar, nunca mejor dicho, con y frente a ellas.
Evidentemente, no es una tarea fácil. Supone para
el sujeto la búsqueda de nuevas vías que lo lleven a encontrarse o
reencontrarse con aquello que da forma a su deseo y da sentido a su vida.
Este artículo fue escrito para Psya Asistencia, como colaboración en su revista “La News de la Red”. Esta revista aborda trimestralmente un
tema de actualidad e interés para nuestra profesión. En esta primera News el
tema central fue el “Papel de la Psicología en nuestro tiempo”.
Marisol Valado Rodríguez