Estos días leía en un periódico gratuito acerca de la famosa serie de televisión "Con ocho basta". El artículo hacía un recorrido por la vida posterior de los protagonistas, señalando la combinación de alcohol, problemas con la justicia, bulimia, drogas y hasta sobredosis que han sido claves en el acaecer de muchos de ellos.
Recuerdo que la serie, que duró desde 1977 hasta 1981, era la típica producción televisiva en la que se mostraba a una familia haciendo las cosas bien. Todo, cualquier clase de problema, se podía resolver con la mezcla de amor, comprensión, comunicación y solidaridad que se respiraba en aquella casa.
Es cierto que la ficción y la realidad pertenecen a universos distintos. Sería ingenuo pensar que los actores deberían ser en la vida real reflejo de sus papeles. Y esta diferencia, esta distancia, me hace reflexionar en relación al sentido de ciertas prácticas de nuestro mundo actual.Está claro que los protagonistas de "Con ocho basta" se leyeron sus guiones, los ensayaron y se metieron en la piel de unos personajes durante varios años. Y está claro que eso sólo sirvió para la empresa televisiva. Para ellos, en lo personal, no hubo consecuencias.
Hay diversas prácticas usuales que podrían repetir esta situación. Por ejemplo, los talleres de habilidades sociales o de resolución de conflictos, o los gupos de apoyo, o los libros de autoayuda. Es fácil que se conviertan en guiones de cómo hacer bien las cosas, y aunque estén nítidamente explicados y sean claros y hasta se ensayen, pasen a formar parte de un espacio de actuación. Que se queden en la superficie, incapaces de atajar lo importante cuando hay un problema real.
Por supuesto que estas prácticas pueden ser útiles, pero son a todas luces limitadas.
Un verdadero problema (como el abuso de alcohol o drogas o la tendencia a contravenir la justicia) requieren una intervención más profunda. Individual. Continuada. Para que la ficción no pretenda ser realidad y la realidad no quede comprometida.
Un verdadero problema (como el abuso de alcohol o drogas o la tendencia a contravenir la justicia) requieren una intervención más profunda. Individual. Continuada. Para que la ficción no pretenda ser realidad y la realidad no quede comprometida.