Amor y sexualidad están estrechamente entremezclados. Desde siempre.Y no sólo en las relaciones de pareja, sino también en el intrincado mundo interno de cada persona.
Estos días leía la biografía de Kiki de Montparnasse (Kiki de Montparnasse: Recuerdos recobrados. Nocturna ediciones), musa de artistas como Man Ray, Modigliani, Kisling, Fujita o Desnos, cuya imagen sigue siendo una referencia de "los años locos de Francia"
Su vida (narrada por ella misma) es una historia repetida: una infancia pobre, una vida libre. Triunfos de alguien que se hizo a si misma. Y chispazos trágicos que desdibujan su alegría y señalan su sonrisa perenne como una máscara. Habla de drogas: "Al principio, me parecía maravilloso. A menudo estaba muy deprimida, y aunque no quería pensar en el pasado, no podía evitar volver a él. Entonces tomaba una pizca de polvo... y me sentía aliviada"
El pasado. Siempre el pasado. Acá y en cualquier otra historia, determinando los tiempos.
El pasado de Kikí está marcado por la falta de pertenencia y de amor: un padre ausente (casado y con otra familia) y una madre fría. " Quizá debía haber tomado yo la iniciativa y haberme subido a sus rodillas para abrazarla. Pero era incapaz. Sus comentarios hirientes me lo impedían. Nunca supo lo mal que me sentía y hasta qué punto una sola mirada tierna me habría hecho explotar. Dejé de intentarlo y olvidé la pena y el deseo de usar la palabra mamá . Seguramente porque tampoco había podido usar la palabra papá jamás"
Según su relato, olvidó el deseo de usar la palabra mamá. Casi que se diría que se protegió de la falta de resonancia al pronunciarla. Y partió a hacer otra vida.
Pero esa herida no la dejó indemne: Empezó a buscar sexo como una vía hacia algún sitio. Convirtió su cuerpo, bello, en instrumento visual (de ahí que su imagen se repita y resuene como símbolo de una época). Y comenzó a desear repetidamente sentir el amor físico. Según cuenta, ya con 14 años, la idea de ser sexualmente activa era casi una obsesión.
Desde esa búsqueda y desde esa colocación, su ejercicio sexual estuvo intrincado y entremezclado con su mundo vital y profesional: hombres importantes, artistas, que la usaron como modelo, que fueron sus amantes, que la incluyeron en la bohemia vida intelectual. Fantasías realizadas una y otra vez y nunca suficientes de ser alguien, de pertenecer a un grupo, de ser querida e importante.
El sexo para ella, entonces, pareció cubrir todo y ser camino de todo. Camino. Para sentir. Para pertenecer. Para tener identidad. Para ser alguien.
Pero sobre todo para ser amada. Para llevar a lo real ese deseo insatisfecho: La búsqueda permanente del abrazo materno, de su mirada tierna.
Kikí es un ejemplo real, vital y vanguardista de algo netamente humano: Las palabras pueden ser trampas. Por eso lo llaman sexo cuando quieren decir amor.
Nosotros, venezolanos y europeos españoles, y venezolanos refugiados y
residentes en España, solicitamos al gobierno de España una actuación
rápida y categórica para preservar la vida y lograr la liberación de Luis
Carlos Díaz, periodista y activista por los derechos humanos en Venezuela,
quien además es un ciudadano español.
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Excelentísimo Don Josep Borrell Ministro de Asuntos Exteriores, Unión
Europea y Cooperación Gobierno de España Madrid.- Nosotros, venezolanos y
europeos es...
Hace 5 años