28.11.09

La búsqueda de ayuda

Es un lugar común que acciones tan simples como buscar ayuda psicoterapéutica, ir al psicólogo, asistir a un servicio de salud mental o acceder a tratamiento psiquiátrico, se entiendan como síntomas de locura.
Según esta idea, el psicólogo es un loquero, y todo el que acceda a su órbita, está mal de la cabeza.
Atravesados por este prejuicio, muchos pacientes no cuentan en su entorno que asisten a terapia, aunque lleven años recibiendo tratamiento. Otros apenas se lo han dicho a sus seres más cercanos, y hay quienes incluso ponen a prueba a sus amigos y familiares para prever cómo reaccionarán si se lo cuentan.
Hay quienes se sorprenden, porque descubren que mucha más gente de la que creían, también son pacientes de psicoterapia, aunque, al igual que ellos, lo mantenían en secreto.
Lo peor es que a veces, por este creencia errónea, se pospone la búsqueda de medidas para paliar el sufrimiento, y el proyecto vital se trunca, marcado por distintos síntomas.
Y lo que ocurre es exactamente lo contrario: ser capaz de reconocer que se sufre, darse cuenta de que el malestar no se aplacará por sí solo, estar dispuesto a aceptar que no se puede cargar de forma solitaria con el dolor, y buscar ayuda psicoterapéutica, son síntomas de sabiduría.
Ademas, el prejuicio es fácilmente desmontable: Los locos no suelen buscar ayuda por su propia decisión.
Sólo quién tiene un rasgo de salud es capaz de hacerse cargo de sí mismo.

24.11.09

Hasta que la muerte nos separe

Más allá de ser la promesa de amor hecha tradicionalmente como voto ante el altar, hoy en día esta frase viene a reflejar la terrible realidad que viven muchas mujeres víctimas de la violencia de su pareja.
De acuerdo al Observatorio de la Violencia de Género, en España y durante el año 2009 casi 50.000 mujeres han contado con medidas de protección al ser víctimas de diversas formas de violencia de género. Asimismo, según los datos facilitados por la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, el pasado día 11 noviembre, desde el 2004 se han decretado 100.000 órdenes de protección para víctimas de este tipo de violencia. De esas 100.000 órdenes, el 40% corresponde a maltratadas que tienen menos de 30 años. Otro dato importante que resalta la ministra Aído es que un 30% de las fallecidas entre el 2003 y el 2008 tampoco superaban esa edad.
Las cifras son, sin duda, alarmantes, pero todavía más si pensamos que estas estadísticas sólo reflejan a aquellas mujeres que se atreven a denunciar, porque es conocido también que muchas mujeres permanecen en silencio. Algunas de estas mujeres viven realmente aterradas por su inseguridad y la de sus hijos; por ello ni se atreven a denunciar lo que ocurre en sus hogares. Para otras, la situación es aun más grave, pues el maltrato ni siquiera es percibido como tal. A pesar de ser maltratadas psicológica y físicamente piensan y sienten que de alguna manera ellas son las responsables de esta situación. Muchas de ellas exculpan al agresor diciendo que no han sido “lo suficientemente buenas” o “que a veces él se pone violento pero es por el estrés, o por los problemas en el trabajo”.
Romper con esta situación es muy difícil, puesto que el maltrato está sostenido sobre un vínculo que inicialmente se esconde bajo la forma del “amor”. Un amor que paulatinamente va cercenando todas las relaciones de la mujer con su entorno (familia y amigos). Incluso, muchas abandonan la vida laboral para dedicarse “a lo más importante, que es mi casa y mi marido”. Tras esto, la descalificación, el temor y el control permanente que ejerce la pareja sobre ellas, van socavando los recursos psicológicos de la mujer para hacer frente a la situación.
Cuando una mujer decide denunciar o romper la relación, da un paso importantísimo que requiere mucho valor, pues se está sobreponiendo a una sensación personal de ser absolutamente vulnerable y de no tener ningún control sobre su vida. De ahí que la primera labor psicoterapéutica sea la del reconocimiento y el apoyo. Sin embargo, la recuperación real de la mujer maltratada comienza más tarde, cuando se toma conciencia de la relación de dependencia emocional que se tiene con la pareja, cuando la mujer se comienza a interrogar a sí misma sobre la paradoja del amor que maltrata.
Revisar, volver sobre lo que nos causa dolor, entender qué nos ha mantenido en esa posición constituyen procesos dolorosos, pero indudablemente necesarios, pues definen el camino preciso para ubicar el amor al lado del respeto y la consideración.