Una madre grita frente a una tienda de chinos. Insulta, llora, amenaza. Culpa, con toda la fuerza de su desesperación a los chinos de su desgracia: "Si mi hija se muere será vuestra culpa".
Son las 11 de la noche de este miércoles y la historia sigue al otro lado de la calle. Una ambulancia, un grupo de chavales, una adolescente de 13 años que está siendo atendida por un shock etílico.
La madre sigue gritando y un señor trata de tranquilizarla "No se preocupe, ya los denuncié a la policía".
La historia es simple: La chica, con su grupo, ha estado bebiendo en la calle hasta caer inconsciente. Los chinos les han vendido alcohol pese a ser menores de edad. Por supuesto que han cometido una ilegalidad: Por ley está progibido el suministro de bebidas alcohólicas a menores.
Pero en el fondo la historia no es tan sencilla ¿Son los chinos los verdaderos, únicos culpables del desastre?
Para sufrir un shock etílico la cantidad de alcohol ingerida tiene que se considerable. Y eso lleva su tiempo.
Uno se pregunta ¿Y dónde estaba la madre, y el padre, y los otros adultos responsables de la chica, mientras ella bebía? ¿Qué hacían mientras, a las 11 de la noche de un día de semana, ella estaba en la calle bebiendo?
La escena parece un símbolo: Mientras la chica es atendida en la ambulancia, la madre no está con ella. Permanece unos edificios más allá, de espaldas a su hija, culpando a otros del problema.
En un sinfín de situaciones esa parece ser la actitud de muchos padres: Si el chico tiene conflictos es culpa de los amigos. Si va mal en el instituto es culpa de los profesores. Si comete ilegalidades es culpa del novio (o de la novia). Siempre de espaldas.
Seguramente este dar la espalda es no sólo la respuesta al problema. Es también la causa.