No pretendo hacer disertaciones filosóficas en pro o en contra del aborto, sino reflexionar sobre lo que esta decisión supone, para la mujer, en un plano más íntimo y personal.
El hecho de interrumpir voluntariamente un embarazo no es una decisión fácil y usualmente el aborto es vivido por la mujer como una pérdida importante, aun cuando racional y emocionalmente ella tenga la certeza de que está eligiendo la mejor alternativa.
En ese sentido, en la consulta atendemos tanto a mujeres para quienes el aborto se convierte en algo absolutamente imprescindible para poder sostener su proyecto vital como a otras que sienten que por sus condiciones de vida actuales no pueden hacerse cargo de un hijo. Para unas y para otras, lo difícil y doloroso del aborto resulta secundario ante lo apremiante de su situación particular. Por el contrario, para otras mujeres, el aborto está cargado de mucha culpa, suelen preguntarse cómo hubiera sido ese niño, piensan en la edad que tendría y lo que podrían estar haciendo en ese momento con él y se preguntan con mucho temor si después, cuando así lo deseen, podrán tener otros hijos. También encontramos a aquellas mujeres que ante la decisión tomada llegan a presentar ideación suicida, o a romper sus vínculos de pareja o familiares. Todo el espectro anterior de respuestas ante un mismo hecho, indica que, evidentemente, el aborto es algo que necesita ser tramitado y elaborado con ayuda profesional, sea cual haya sido la justificación que haya conducido hasta él.
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