La tragedia de Japón ha movilizado al mundo.
Los desastres naturales han causado profundas heridas en la población. Pero, como añadido a las secuelas de la incontenible fuerza de la naturaleza, hemos visto resquebrajarse construcciones humanas tremendamente peligrosas, como lo demuestran los intentos fallidos por controlar el hundimiento de las centrales nucleares.
Los medios de comunicación se han hecho eco de los sucesos. Se han contado, analizado y diseccionado las implicaciones de la tragedia japonesa.
Un artículo especialmente interesante es el publicado por el diario El País el 15 de marzo. La autora, Rosa Montero, hace referencia a la megalomanía humana cuando narra la construcción en Finlandia del mayor almacén de residuos nucleares.
La megalomanía reside justamente en que el proyecto finlandés pretende alojar los residuos durante 100.000 años, período necesario para que dejen de ser peligrosos. Pero es que 100.000 años es el doble del tiempo que tiene nuestra especie habitando este planeta. Es entonces una hazaña que duplica la presencia humana. Que la excede.
La realidad es una. Concreta. Objetiva. Inexorable. Y siempre termina por imponerse. Pero con esa realidad cada quien hace lo que puede. Se puede mirar, considerar, tomar en cuenta y adaptarse a ella.
También puede deformarse. Negarse. Confundirse. Saltarse. Vivir en un mundo imaginario donde los hechos se miran desde la propia necesidad y desde la propia subjetividad.
El ser humano está forjado de subjetividad. Siempre lo real es matizado por nuestra mirada. Interpretado. Traducido. Pero en esa aproximación, la medida en la que las características de la realidad conserven su lugar como lo que hay que aceptar, marca la diferencia entre hacerse con lo real o darle la espalda y esperar hasta que esa inexorabilidad termine imponiéndose.
La presencia de centrales nucleares es una muestra de cómo la realidad puede saltarse. Y de cómo pueden encontrarse argumentos que sustenten ese negar lo real. En Europa, por ejemplo, existen un total de 143 reactores (encabeza la lista Francia, con 58. Mientras que España cuenta con 8) y su existencia se ha justificado con razones "lógicas": Emiten poco dióxido de carbono (lo que es positivo dado el calentamiento del planeta) y procuran independencia económica (tan necesaria en estos tiempos de crisis).
Pero en esta mirada sobre los reactores nucleares se deja de lado lo más importante: Son construcciones extremadamente peligrosas, cuyos deshechos son capaces de seguir dañando profundamente la vida durante 100.000 años. El doble del tiempo que tenemos los humanos habitando la Tierra.
Se trata de una negación colectiva de la realidad. De una fantasía de control sobre la naturaleza y sobre lo real que es una mera construcción imaginaria. Los sucesos de Japón lo han mostrado con una nitidez que, de tan contundente, ha volcado los cimientos del mundo: Nunca el ser humano será más fuerte que la naturaleza.
Escrito por Esther Roperti
Nosotros, venezolanos y europeos españoles, y venezolanos refugiados y
residentes en España, solicitamos al gobierno de España una actuación
rápida y categórica para preservar la vida y lograr la liberación de Luis
Carlos Díaz, periodista y activista por los derechos humanos en Venezuela,
quien además es un ciudadano español.
-
Excelentísimo Don Josep Borrell Ministro de Asuntos Exteriores, Unión
Europea y Cooperación Gobierno de España Madrid.- Nosotros, venezolanos y
europeos es...
Hace 5 años
Muy inteligente esa metáfora. La realidad cada vez está más negada tanto en los gobiernos y los sistemas como en la vida particular de mucha gente.
ResponderEliminarGracias Elena.
ResponderEliminarCiertamente es así. Actualmente la realidad se niega en diversos contextos. Pero siempre acaba imponiéndose, de allí que sea necesario considerarla y adaptarse a ella.
No aprendemos. Lo de japón muestra cómo siempre nos tropezamos con la misma piedra.
ResponderEliminarFuerte y rudo Esther, pero real...
ResponderEliminarHasta donde llegaremos?.
Sócrates, llegaremos hasta donde nuestros propios límites nos detengan. como individuos y como sociedad.
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