25.12.12

Feliz navidad



Desde psico-lógicas, deseamos unas felices fiestas y un inicio de año lleno de proyectos y motivaciones.

16.11.12

"Condiciones del aprendizaje escolar"


“Excelente maestro es aquél que, enseñando poco,
hace nacer en el alumno el gran deseo de aprender”

 Arturo Graff (1848-1913)

 
 
 
¿Qué anima el deseo de aprender en un niño? ¿Por qué algunos niños tienen tropiezos en el proceso de aprendizaje? ¿Qué puede promover u obstaculizar el saber?

Alrededor de estos y otros interrogantes girará la mesa redonda “Condiciones del aprendizaje escolar” que tendrá lugar en Vigo, el viernes 23 de noviembre de 2012

Lugar: Centro Social Novacaixagalicia, Calle Policarpo Sanz, 24 – 26, 4ª planta, Vigo

Hora: 19:30 hs.
Os invitamos a todos a participar.

23.10.12

Psicoanálisis y sociedad actual

Los tiempos han cambiado. La sociedad actual tiene un acaecer más veloz y las nuevas tecnologías corren a la par que el ritmo de vida.

Las formas familiares ahora son múltiples y los lugares dentro de los contextos sociales son novedosos.

Y ante todo esto, ¿qué hacemos? ¿qué respuestas puede dar la psicología, la psiquiatría, la psicoterapia y el psicoanálisis?

En Toledo, los días 16 y 17 de noviembre, se ensayarán acercamientos.


Por eso los invitamos a darse un paseo por el programa de las Jornadas

11.10.12

Día mundial de la salud mental.

Ayer, 10 de octubre, fue el día mundial de la salud mental. Un día señalado por la OMS hace ya veinte años para darle un lugar a una temática que siempre, y a pesar de los avances, sigue siendo un tema complejo en su aceptación y en su credibilidad.

Este año de recortes sanitarios y de crisis económica, el tema de la salud mental amerita reflexión desde todos los ámbitos. Porque factores como el desempleo, los deshaucios, la incertidumbre, vienen a acrecentar los desórdenes mentales.

En el año 2003 la OMS ya advirtió que en treinta años la depresión sería el principal problema de salud. Y los datos parecen ir dándole la razón. Con las actuales condiciones sociales, tan inestables, el sufrimiento psicológico se acrecienta y cada vez es más frecuente que se padezcan quiebres que requieren intervenciones de diferente índole.

Y si las condiciones sociales repercuten en el surgimiento de trastornos (recordemos que somos seres sociales, en íntima relación con lo que ocurre en nuestro entorno), la propia crisis parece incidir también en que se obstaculice el acceso a los medios para atajar el problema. Diversos medios, como el diario de Córdoba, alertan sobre los recortes en sanidad, que ponen en riesgo la atención a las personas aquejadas de alguna enfermedad mental.

Dice el refrán que no se puede tapar el sol con un dedo. En este caso, y parafraseando a la psicoanalista Julia Kristeva, en su libro Sol Negro, Depresión y melancolía, ese sol que trata de obviarse es muy oscuro. Un sol negro que necesita ser mirado, atajado y tratado.

La salud mental requiere que se pongan a su servicio todos los recursos. Cuesten lo que cuesten.

25.9.12

La salud mental como insulto.

Los Juegos Olímpicos celebrados en Londres cerraron con polémica en España. Una polémica que aún en estos días continúa vigente: la seleccionadora de natación sincronizada, Anna Tarrés, fue destituida de su cargo a raíz de diversas denuncias que venían a manifestar sus abusos.

Aparentemente, y según lo afirmado por las nadadoras, la entrenadora las insultaba con frases vejatorias tipo "Sal del agua, gorda, vete al psicólogo".

La  presión psicológica y el maltrato como métodos de enseñanza y entrenamiento, no son algo novedoso. Así como no son nuevos, tampoco, los conocimientos en relación al daño que producen en la víctima.

Pero, lo que resulta curioso en este caso, es que la frase vejatoria incluya la asistencia a psicoterapia como un hecho penoso.

¿Por qué ha de ser considerado negativo buscar ayuda psicológica? ¿De qué forma la asistencia a psicoterapia puede entenderse como un síntoma de debilidad?

Seguramente si lo denunciado se apega a la realidad, el maltrato continuo al que la entrenadora sometió a las nadadoras habrá causado heridas emocionales importantes. Si ya de por sí el deporte olímpico se constituye en presión constante donde la competencia extrema es lo cotidiano, añadir vejaciones al discurso es entonces un factor claramente dañino.

De esta forma, que alguna de las chicas se viera en la necesidad de recibir apoyo especializado no tendría por qué ser algo negativo.

No obstante, en este caso como en muchos otros, el sufrimiento emocional se considera un síntoma de debilidad, de falla. Sin considerar que sufrir ante un maltrato es, simplemente una consecuencia humana.

Detengámonos un instante. ¿Cuál se supone que es la reacción sana ante un maltrato? ¿Aguantar?
Si bien es cierto que la fuerza yoica, es decir, la capacidad para tolerar frustraciones sin quebrarse es un síntoma de salud, también es cierto que tener resonancia a los estímulos externos es una muestra sana. El elemento a distinguir es entonces el suceso externo. Es como si se calificara el dolor a un daño físico como muestra de debilidad y como algo insano.

Ojalá las nadadoras tengan la fortaleza para acceder a ayuda profesional, donde puedan curar sus heridas.

Y ojalá la entrenadora también tenga la fuerza necesaria para asistir a psicoterapia y revisar su propia agresividad.

Si esto ocurriera, todas las protagonistas de esta historia estarían simplemente mostrando que son humanas.






27.7.12

Un verano creativo.




Winnicott, ese gran jugador, se preguntaba: “¿Qué hacemos, por ejemplo, cuando escuchamos una sinfonía de Beethoven o realizamos una visita a una galería de arte o leemos Troilo y Cressida en la cama o jugamos tenis? ¿Qué hace un niño cuando  está sentado en el suelo, jugando con juguetes, bajo la vigilancia de su madre? ¿Qué hace un grupo de jóvenes cuando participa en una sesión de música pop? ¿Donde estamos cuando hacemos lo que en verdad hacemos durante buena parte de nuestro tiempo, es decir, divertirnos?”



Se refería a la herencia del juego, a la creatividad, a la experiencia gozosa.


En psico-lógicas nos despedimos por las vacaciones veraniegas. Y deseamos que todos disfrutemos de este tiempo como niños entregados al juego.


Los esperamos en Septiembre para seguir reflexionando.

6.7.12

La ansiedad y la depresión: malestares del siglo XXI

Las previsiones de la Organización Mundial de la Salud estiman que para el año 2020 la depresión se constituirá en la primera causa de incapacidad y en la tercera causa de morbilidad luego de las enfermedades coronarias y los accidentes de tráfico.

Datos recientes obtenidos mediante el European Study of the Epidemiology of Mental Disorders (Alonso et al. 2004) muestran que los trastornos mentales son comunes en Europa e indican que el 40% de los europeos ha sufrido al menos un trastorno del estado de ánimo a lo largo de la vida, el 13,6% algún trastorno de ansiedad y el 5,2% problemas con el alcohol.

La depresión y la ansiedad son, por tanto, problemas importantes de la salud pública mundial. Esto se debe tanto a su prevalencia relativamente alta a lo largo de la vida como a la importante discapacidad que causa.

Ahora bien, siendo tan importantes ¿se les presta la atención necesaria?

Cuando alguien se queja persistentemente de tristeza o ansiedad ante su médico de cabecera, este probablemente lo refiera al psiquiatra. El médico psiquiatra se encargará entonces de recetar la medicación que considere mas ajustada a cada patología, haciendo un seguimiento paulatino de esta medicación. En la mayor parte de los casos este suele ser el final de la intervención terapéutica.

Cabría preguntarse, dado que la ansiedad y la depresión tienen un gran componente psíquico, por qué se tiende a no tomar éste en consideración en la intervención terapéutica; por qué comúnmente la actuación se limita a la medicación y no se propone un abordaje que incluya lo psicoterapéutico.

Quizás resulte más cómodo, en esta moderna sociedad de consumo, que estos problemas se acallen, que las posibles causas que provocan estos malestares se silencien.

Si nos detenemos a escuchar a las personas que padecen una depresión, o que presentan síntomas depresivos o elevados montos de ansiedad, encontramos que en la mayoría de sus relatos hay vivencias de soledad, de desamparo, de pérdidas. Muchos hablan de una sobrecogedora sensación de vacío aun después de haber alcanzado todo lo que se supone los haría felices. Otros más, de la fragilidad de sus vínculos, de la enorme dificultad que encuentran para poder tener una pareja. Y más recientemente, hallamos que a los sentimientos de ansiedad y depresión, se une también el miedo, miedo a perder el trabajo, miedo a verse a sí mismos y a los suyos en una precaria situación social.

Los síntomas depresivos y ansiosos, tan predominantes en el mundo actual, denuncian aquello que no marcha en esta sociedad. En estos países donde el desarrollo tecnológico y el capitalismo parecieran ofrecer todas las condiciones para que las personas encuentren el llamado estado de bienestar, algo falla.

El consumismo no llena el vacío. Los ideales sociales generan angustia al tornarse inalcanzables, suponiendo en muchos casos una estafa. Así, muchos jóvenes después de una prolongada y ardua trayectoria académica se encuentran completamente desamparados y sin posibilidades de poder obtener aquello que se les ofrecía. Cada uno tiene que vérselas con esa realidad social. Cada uno en lo particular, con lo que esta realidad implica, con lo que conmueve de la propia historia personal, con los propios ideales.

El abordaje terapéutico debe tener un lugar accesible para ofrecer esa escucha, para proporcionar la posibilidad de tramitar ese malestar a través de la palabra, la posibilidad de poder hacer algo con eso que angustia o entristece y que finalmente incapacita.

Actualmente, también diversas investigaciones cuestionan la eficacia de los antidepresivos y ansiolíticos. En este sentido, diversos estudios llevados a cabo por el equipo de Irving Kirsch, así como el trabajo de un equipo de investigación de la Universidad de McMaster (Ontario, Canadá), liderado por el biólogo evolutivo Paul Andrews, han lanzado la voz de alarma.

En estos estudios se plantean conclusiones tan contundentes como ésta: “Los antidepresivos causan más daños que beneficios”. Para Paul Andrews, director del estudio, las pruebas son amplias y evidentes respecto a los efectos nocivos de los antidepresivos. Enfatiza que si ampliamos nuestro punto de vista y evaluamos el efecto global de los medicamentos antidepresivos: "se obtiene un beneficio mínimo frente a una importante lista de efectos negativos". Y agrega: "tenemos que ser mucho más cautelosos en cuanto al uso generalizado de estos medicamentos…a millones de personas se les receta antidepresivos cada año, y el saber común acerca de estos fármacos nos hace creer que son seguros y eficaces".

En el mejor de los casos, la medicación puede apaciguar lo síntomas, pero tenemos que tener claro que esto sólo enmascara, oculta el malestar, pero no resuelve el problema.

15.6.12

Psicología de televisión

La psicología es una materia que interesa. Que mueve. Mucha gente suele hablar de ella, tenga o no conocimientos. Mucha gente le teme, de ahí esas fantasías de que si te cruzas con un psicólogo, tus más íntimos secretos le serán descubiertos con sólo mirarte.

Muchas cosas se escriben y se dicen sobre la psicología. Infinidad de libros, dedicados al gran público, enseñan a ser "más feliz" "más positivo" "más efectivo". Textos llenos de claves y de listados de tareas que se leen y luego se dejan de lado y se olvidan.

Muchas series de televisión tienen a un psicólogo entre sus personajes. Los hay incisivos, tontos, locos, desaforados. Cada uno de ellos, producto de las fantasías sobre esta profesión que parece mover tantos temores.

Junto a todos estos elementos, existen también los programas "profundos". Donde se habla de salud mental con una pretendida sabiduría descafeinada, apta para los espectadores más dispares y cocinada para el espectáculo.

Hace unos días, veía en la televisión uno de estos programas. Se entrevistaba a un experto en salud mental y en cognición. El tema de la charla eran los juegos de habilidades. Se listaban estudios, beneficios, interrogantes.
Entrevistador y entrevistado conversaban apaciblemente. Palabras rebuscadas "neuronas, rehabilitación cognitiva, tiempo de reacción" se entremezclaban con explicaciones llanas, con referencias comunes "sudokus, crucigramas". Unas y otras elegidas cuidadosamente para que, desde su casa, cualquier televidente entendiera y se asombrara, se asombrara y entendiera.
En determinado momento, el entrevistador dijo "entonces esos juegos que entrenan la mente hacen que nazcan nuevas neuronas" presentando una especie de conclusión.

Y no pasó nada. El entrevistado asintió y siguieron sus disertaciones.

Y ese error, se mantuvo.

Porque las neuronas no nacen ni se regeneran. Nacemos con un determinado número de neuronas que no son sustituidas por nuevas provisiones. El conocimiento neurológico es claro: pueden desarrollarse nuevas sinapsis (es decir, contactos nuevos entre neuronas) pero se sabe que la rehabilitación se sostiene sobre el cargamento neuronal preexistente, que puede modificar y enriquecer su funcionamiento, más no la cantidad de materia.

Está claro que los espectadores de televisión no tienen por qué poseer conocimientos sobre neurología. Y que no tienen por qué dudar de lo que el sabio entrevistador y su capacitado entrevistado afirman.

La televisión concede una validación indiscutible. De ahí el peligro de este tipo de producciones. De ahí el error de que lo que allí se expresa, no sea contrarrestado con los conocimientos necesarios.

Tal vez el ejemplo de las neuronas sea claro. Pero hay más: Concursos donde el "paciente" es sometido a un bombardeo sin piedad en el que se le tiran encima sus experiencias más sufrientes. Programas donde se recomiendan abrazos como forma de solucionar el malestar. Y la psicología entendida como arma letal o como ñoña aproximación a la vida.

La psicología, más allá de esa imagen fantasiosa, es una ciencia social sostenida en conocimientos firmes. Y la psicoterapia, única vía para la curación emocional, es un proceso privado e íntimo que no puede ejercerse desde una pantalla de televisión.





4.5.12

La necesidad de respuestas.

Hace unos días veía un documental sobre personas desaparecidas.

Presentaban diferentes casos y entrevistaban a los familiares.

Una frase que se repitió y que me quedó grabada en la cabeza, venía a expresar con rotundidad la necesidad humana de respuestas: Varios entrevistados afirmaban que preferían saber que su hijo, madre, hermano o pareja había fallecido antes que seguir en la incógnita.

Estas palabras me llevaron a reflexionar sobre la imperiosa necesidad de saber.

Pensé en los enfermos a quienes se les oculta la gravedad de su estado.

Pensé en los niños a quienes se les niega información bajo la premisa de que no se enteran.

En ambos casos, un afán protector funcionando como velo que tapa la realidad.

Y en mi cabeza resonaba el decir de esas personas imbuidas en la angustia de las interrogantes.

La realidad es una. Contundente. Está ahí y hay que hacerse con ella. Negarla o dejar de mirarla, no la transforma. Lo mejor que se puede hacer, en cada caso, es conocerla y adaptarse a ella.
Pero para que eso sea posible, es necesario poder descifrarla, contar con los datos.

Cuando la realidad es desconocida, el terreno de las fantasías se abona. Y entonces comienzan las largas travesías de posibilidades, que por lo general, sobrepasan lo terrible que puede ser la más dolorosa verdad.

Por ejemplo, en el caso de padecer una desaparición, el no saber del paradero del ser querido puede dar lugar a ideas de que estará sufriendo, siendo víctima de torturas, impedido de comunicarse. También pueden aparecer fantasías de que se fue por su propio pie y por alguna razón no quiere el contacto, con los sentimientos de culpa que eso conlleva. Y junto a estas hipótesis, la espera agónica de que suene el teléfono, de que se oiga la llave en la puerta, de que todo se resuelva.

En el caso del enfermo, las fantasías pueden encaminarse a una muerte dolorosa y una larga agonía, o una invalidez permanente, o por el contrario, a una idea esperanzadora de sanación absoluta y mágica.

En cuanto al niño, que sí percibe lo que ocurre al rededor porque está provisto de órganos de los sentidos que captan el mundo, aquello de lo que no se habla puede dar lugar a fantasías egocéntricas en relación a su responsabilidad sobre lo que está ocurriendo.

Y en medio, el deseo de que todo vaya bien, la esperanza de una solución mágica que no permite elaborar los duelos que son necesarios.

El familiar de la persona desaparecida clama por una respuesta. Sea incluso, la más temida. Porque si se sabe a ciencia cierta que el ser amado ha fallecido, puede elaborarse esa pérdida, pueden hacerse rituales de despedida, puede cerrarse un capítulo vital y mirar otros horizontes.

El enfermo clama por una respuesta. Sea incluso, la más temida. Porque si se sabe que la vida está próxima a extinguirse podrán cerrarse proyectos, organizar cosas para los que quedan, despedirse.

El niño clama por respuestas. Porque necesita saber que aquello que ocurre no ha sido producido por él. Y necesita contar con unos adultos que escuchen sus preguntas y respondan, y calmen.

La realidad siempre acaba imponiéndose. Puede causar dolor y miedo. Angustia y tristeza. Pero es una sola.  Y hacerse con ella, por más terrible que parezca, resulta tremendamente tranquilizador.


14.4.12

Niños inatentos o inquietos ¿Trastornos por déficit de atención e hiperactividad?

Es sorprendente la cantidad de niños que en la actualidad reciben el diagnóstico de TDAH. Según algunos datos estadísticos, un 6% de la población infantil -principalmente varones- son diagnosticados con TDAH. Dicho diagnóstico está basado en el hecho de que los niños que supuestamente padecen este trastorno se muestran dispersos, inmaduros, muy inquietos, les cuesta aprender a leer y escribir.

Àngeles Petit (2009) en un artículo muy interesante titulado ¡…y los niños se siguen moviendo! Plantea: “Nunca se ha demostrado que el TDAH sea una enfermedad, un defecto físico o una alteración biológica. Veinticinco años de investigación no validada ha hecho aumentar la población afectada de 500.000 en 1985 a 5 y 7 millones en la actualidad en EEUU”. Señala también, citando al Dr. Joseph Moya, que no todos los profesionales utilizan los mismos criterios para valorar el TDAH: “la diferencia entre unos y otros es de 1 a 10, es decir por cada niño diagnosticado bajo los criterios de la OMS, aparecen 10 niños diagnosticados bajo los criterios de la APA”.

Así, nos encontramos en la consulta con niños que han recibido este diagnóstico y que sólo presentan alguno de estos síntomas. Unos se muestran poco atentos, distraídos. Otros, no tienen estos síntomas, se presentan como chicos con problemas de conducta, con dificultades para seguir las normas o disruptivos en el aula. Para unos y otros el diagnóstico es el mismo, matizando en que en unos hay alteraciones de la atención y en otros lo que predomina es la hiperactividad.

En muchos de estos casos los niños son diagnosticados con TDAH sin hacer ningún diagnostico diferencial y sin considerar que las dificultades de atención y la hiperactividad se encuentran también en niños deprimidos, o que estas manifestaciones pueden ser síntoma de una conflictiva familiar subyacente, o de desmotivación escolar, o una forma del niño de reclamar atención o pedir ayuda.

El diagnóstico como TDAH supone para el niño y la familia un hito de consecuencias significativas. Y por tanto, en el diagnóstico deberían considerarse no sólo la fenomenología que se describe en los manuales diagnósticos, sino también, en los casos donde se decida la prescripción de medicación, la presencia de indicadores neurológicos que justifique su uso.

Lamentablemente, lo que en muchas ocasiones se observa es que una vez realizado el diagnóstico y aún sin evidencias neurológicas, el tratamiento a seguir suele ser la medicación con metitlfenidato (nombres comerciales: Rubifen y Concerta). Esta medicación puede tener numerosos efectos secundarios (nerviosismo, somnolencia, dolor de cabeza, y otros mas graves como trastornos psicóticos, parálisis o afectación del movimiento y la visión, dificultades para hablar y efectos en la velocidad de crecimiento) los cuales necesariamente tendrían que asumirse, pero bajo una justificación adecuada del diagnóstico y de que ese es el mejor tratamiento.

No debemos olvidar que, como todo síntoma, la inatención o la hiperactividad tienen que ser escuchadas. Entender qué esta detrás de estos síntomas para cada niño en particular debería ser la prioridad. Es necesario saber qué le ocurre y cuáles son los motivos o los factores que inciden en su comportamiento. El abordaje debería ser, sin duda, multidisciplinar, partiendo del niño e incluyendo a la familia y a la escuela.

Cito nuevamente el artículo de Àngeles Petit, con el propósito de marcar el propósito de este post, que no es otro que el reflexionar sobre un diagnóstico que afecta a muchísimos niños y que debería tomarse con mayor rigurosidad, permitiendo el intercambio entre las distintas disciplinas: “En la actualidad se constata la existencia de un esfuerzo por silenciar al sujeto humano que no hable, que no manifieste su subjetividad y, en este sentido, la medicación excesiva viene a taponar lo esencial del individuo”. Sobre el TDAH aún hay mucho de que hablar.

Sobre esta temática se realizará una mesa redonda en la ciudad de Vigo el día 27 de abril de 2012, que lleva por título: "TDH (Trastorno de atención e hiperactividad) ¿Síntoma de la modernidad?". La entrada es libre.

19.3.12

Ruth y Jose.

Durante meses España ha vivido sumida en la angustia por la desaparición de dos menores. La corta edad de los niños (6 y 2 años) y las circunstancias que señalan al padre como presunto autor del daño, han convertido el caso en foco de la atención de los medios y de la población.

Tras cuatro meses desde la desaparición, el secreto de sumario era levantado y salían a la luz diversos datos. Entre ellos los resultados de los informes psiquiátricos y psicológicos realizados al padre de los menores. Al parecer, los elementos de la evaluación  indicaban una inteligencia superior a la media y la ausencia de trastornos de personalidad. Y a partir de allí, comienza el enredo.

En el discurso de los abogados y de los periodistas se entremezclan términos técnicos con una ligereza que asombra.

Por ejemplo, parece que los resultados de las evaluaciones determinan que la personalidad del padre está caracterizada por excesivos rasgos de manipulación. Y según recoge la prensa, su abogado afirma que "todas las mentes de inteligencia superior tienden a manipular". Conclusión esta que se escapa de cualquier análisis especializado porque la tendencia a la manipulación, a usar la realidad para el propio favor, es una característica emocional  independiente del nivel de inteligencia.

Otro ejemplo: la prensa dice textualmente "dicho informe reconoce y es tajante que no tiene ningún trastorno de personalidad, por tanto se eliminan rasgos patológicos, como la esquizofrenia o la bipolaridad". Una combinación gratutita y fácil de tecnicismos que acaba no diciendo nada. Y es que la esquizofrenia y la bipolaridad NO son trastornos de personalidad.

Como psicóloga, he realizado informes periciales para diversas causas judiciales. Y desde esta experiencia he aprendido a cuidar especialmente el lenguaje.

Porque la psicología parece ser una especialidad al alcance de todos, donde cualquier persona puede interpretar, diagnosticar, evaluar. Como si pudieran cogerse términos como depresión, psicopatía o déficit de atención, mezclarlos bien y crear un discurso aparentemente sostenido pero que es vacío, contradictorio, hueco.

No sé con exactitud lo que dicen los informes psicológicos y psiquiátricos practicados al padre de Ruth y José. Sólo tengo acceso a lo que del caso aparece en los medios. Y desde ahí, la información que me llega me hace perderme. Porque lo que se recoge es contradictorio y está plagado de errores.

La psicología es una especialidad con saberes sostenidos. Con métodos y técnicas fiables. Algo muy diferente de lo que puede llegar a la población cuando lee afirmaciones que casi son poemas rimados con largos listados de términos inconexos.

23.2.12

La crisis y su impacto.

El ser adulto va aparejado a ciertos aspectos como la productividad, la autonomía, el desarrollo profesional y el forjar vínculos maduros con relación a los otros, sean estos en el orden de la amistad o del amor. En este sentido, el trabajo es uno de los ejes sobre los que paulatinamente se organiza la vida adulta, porque es justamente y en la mayoría de los casos, la forma en que los adultos jóvenes logran independizarse y dar continuidad a su propio proyecto vital.



La crisis económica actual y lo competitivo y restrictivo del mercado laboral originan que muchos jóvenes tarden en acceder a un trabajo o asuman empleos que inicialmente no posibilitan esta independencia. También, para quienes ya han logrado cierto desarrollo en su plan de vida la inestabilidad laboral es algo con lo que tienen que vérselas en este momento. Todas estas situaciones del orden de lo social pueden convertirse en una fuente importante de estrés y dar origen a una crisis en el terreno personal.


Ahora bien, los fenómenos de crisis social evidentemente no tienen la misma incidencia para cada uno de los sujetos de un mismo colectivo, de modo que las respuestas son variadas independientemente de los factores que modulen su realidad (apoyo familiar, carga familiar, presiones económicas, etc.). En el mejor de los casos, puede constituirse en un punto de inflexión que genera en el sujeto un proceso de reevaluación de su proyecto de vida y la salida a la crisis se convierte en un nuevo reto. En el extremo opuesto, se convierte en un punto de quiebre para el sujeto, al convertir un momento crítico asociado a las condiciones sociales en una crisis mucho mas íntima y estructural. Así, la persona comienza un proceso de descalificación en forma de espiral, duda permanentemente sobre las propias capacidades, hay tristeza y en este punto las salidas parecen imposibles. Es el momento donde los propios recursos para salir adelante no bastan y buscar ayuda psicoterapeutica es primordial.


Se hace necesario redefinir las metas, dar sentido a la vida y transformar la pérdida de unos referentes claramente definidos en una falta sobre la que se pueda trabajar y que nos permita seguir hacia adelante. Es un hacer frente a las dificultades que nos toca vivir, es asumir los límites que se nos presentan y poder hacer con ellos.


Evidentemente no es una tarea fácil, y supone para el sujeto la búsqueda de nuevas vías que lo lleven a encontrarse nuevamente con aquello que da forma a su deseo y a asumir con determinación las riendas del propio destino

9.2.12

Abandonos.

Leía estos días "Luciérnagas" de Ana María Matute.

La novela comienza con una contundencia que atrapa: "A los diesciséis años salió de Saint-Paul, creyéndose el centro del mundo. Pero el mundo resultó distinto a todo lo que ella aprendió a temer o amar. Ojeando su cuaderno escolar, podía evocar nueve años largos y casi inútiles de internado"

Pensaba entonces en la cantidad de literatura que recrea el tema de los internados, de los orfanatos, de las frías casas regentadas por monjas, por viejas mujeres duras, por amables adultos.

Y pensaba en la literatura infantil, en los cuentos de hadas: Blanca Nieves, Hansel y Gretel, La Cenicienta, donde el o la protagonista sufre la pérdida de sus adultos de referencia y tiene que enfrentar solo un mundo duro y amenazante.

Esta recurrencia tiene una base psicológica: la fantasía del abandono.

Para los niños, el abandono es un peligro devastador. Y aunque existan unos adultos sustitutos que cuiden y protejan (los profesionales del centro de acogida, los profesores del internado, la abuela con la que se queda el pequeño) la falta estará y creará heridas.

Porque ese adulto, aunque sea cercano y bueno, estable y disponible, siempre será un "otro", un sustituto, la señal ineludible de que mamá no está. De que papá no está.

No es casual que en los cuentos ese cuidador sustituto sea una bruja mala, o un ser duro, o una despiadada madrastra.

Los niños viven una situación de desamparo. No sólo desde lo real, porque es cierto que sin adultos que acojan, que alimenten, que curen y cuiden, el bebé humano es incapaz de sobrevivir. También desde lo emocional, porque el niño se sabe inhábil para sostenerse y crecer sin referentes que funcionen como guías y como apoyos.

En la consulta se suceden historias de abandonos: padres ocupados que se ausentaban. Abuelas amorosas que cuidaban. Tías que sustituían y que, prestas, llevaban al niño o la niña al hogar materno los fines de semana. Estas historias suelen narrarse con un lenguaje curioso "Realmente mi abuela fue para mí una segunda madre". "Me sentía extraño cuando volvía a casa de mis padres, no les contaba mis cosas por no preocuparlos" "No lograba sentirme a gusto en ninguna de las dos casas".

Y es que esas historias recrean el abandono. Hacen real el temido fantasma: La sensación de falta de amor, de ser poco querido, de NO merecer ser querido.

Porque la sensación será de una carencia personal: si mamá no me quería cerca, es porque yo no merecía su amor. Si mis padres me alejaron de casa, es porque hice algo malo y me castigaron.

La explicación siempre tocará lo íntimo. El pensamiento infantil, centrado en sí mismo, tiende a colocar las razones de los otros en una falta personal. Y eso deja cicatrices. Marcas. Señales.

No es casual que luego, en los avatares de la vida adulta, esos niños abandonados presenten dificultades para establecer vínculos de amor sostenidos. Que fallen en sentir el afecto aunque el otro haga muestras de amor. Que se boicoteen las relaciones en una confirmación de su carencia. Que sean dependientes hasta extremons extenuantes.

Por eso es necesario rastrear esos primigenios abandonos. Limpiar esas heridas. Hacer un camino de vuelta en el que las razones ajenas queden establecidas y en el que la propia imagen deje de ser la de La Cenicienta, la de Blanca Nieves, la de Hansel y Gretel.

20.1.12

¿Por qué lo llaman sexo cuando quieren decir amor?

Amor y sexualidad están estrechamente entremezclados. Desde siempre.Y no sólo en las relaciones de pareja, sino también en el intrincado mundo interno de cada persona.

Estos días leía la biografía de Kiki de Montparnasse (Kiki de Montparnasse: Recuerdos recobrados. Nocturna ediciones), musa de artistas como Man Ray, Modigliani, Kisling, Fujita o Desnos, cuya imagen sigue siendo una referencia de "los años locos de Francia"

Su vida (narrada por ella misma) es una historia repetida: una infancia pobre, una vida libre. Triunfos de alguien que se hizo a si misma. Y chispazos trágicos que desdibujan su alegría y señalan su sonrisa perenne como una máscara. Habla de drogas: "Al principio, me parecía maravilloso. A menudo estaba muy deprimida, y aunque no quería pensar en el pasado, no podía evitar volver a él. Entonces tomaba una pizca de polvo... y me sentía aliviada"

El pasado. Siempre el pasado. Acá y en cualquier otra historia, determinando los tiempos.

El pasado de Kikí está marcado por la falta de pertenencia y de amor: un padre ausente (casado y con otra familia) y una madre fría. " Quizá debía haber tomado yo la iniciativa y haberme subido a sus rodillas para abrazarla. Pero era incapaz. Sus comentarios hirientes me lo impedían. Nunca supo lo mal que me sentía y hasta qué punto una sola mirada tierna me habría hecho explotar. Dejé de intentarlo y olvidé la pena y el deseo de usar la palabra mamá . Seguramente porque tampoco había podido usar la palabra papá jamás"

Según su relato, olvidó el deseo de usar la palabra mamá. Casi que se diría que se protegió de la falta de resonancia al pronunciarla. Y partió a hacer otra vida.

Pero esa herida no la dejó indemne: Empezó a buscar sexo como una vía hacia algún sitio. Convirtió su cuerpo, bello, en instrumento visual (de ahí que su imagen se repita y resuene como símbolo de una época). Y comenzó a desear repetidamente sentir el amor físico. Según cuenta, ya con 14 años, la idea de ser sexualmente activa era casi una obsesión.

Desde esa búsqueda y desde esa colocación, su ejercicio sexual estuvo intrincado y entremezclado con su mundo vital y profesional: hombres importantes, artistas, que la usaron como modelo, que fueron sus amantes, que la incluyeron en la bohemia vida intelectual. Fantasías realizadas una y otra vez y nunca suficientes de ser alguien, de pertenecer a un grupo, de ser querida e importante.

El sexo para ella, entonces, pareció cubrir todo y ser camino de todo. Camino. Para sentir. Para pertenecer. Para tener identidad. Para ser alguien.

Pero sobre todo para ser amada. Para llevar a lo real ese deseo insatisfecho: La búsqueda permanente del abrazo materno, de su mirada tierna.

Kikí es un ejemplo real, vital y vanguardista de algo netamente humano: Las palabras pueden ser trampas. Por eso lo llaman sexo cuando quieren decir amor.